Martín Leyva es un autodidacta que tuvo que superar numerosos escollos en su vida, dejarlo todo y emigrar a lo desconocido con tan solo 18 años. En la isla de Cuba tuvo que trabajar de sol a sol, rompiéndose los brazos, con la espalda encorvada entre plantaciones y acarreos jornada tras jornada. a veces ya sin aliento por el esfuerzo. Quizás esa pose premeditada y arrogante, que ya tomaba carta de naturaleza en algunos comportamientos, se engendró y desarrolló como consecuencia de muchas metas superadas, de sueños antaño considerados inalcanzables que ya eran pura realidad. La suya es una historia donde confluyen la furia, la bondad, la magnificencia, la modestia, la perversión, la codicia y el desinterés. En ocasiones de forma virulenta, pero siempre regido por unos valores irrenunciables: el amor y la lealtad. Al fin y a la postre, Martín Leyva es un hombre eminentemente bueno que solo trata de demostrar que si se quiere se puede.